
Por: Eddy Corneliuns
La normalización de la violencia en Ciudad Juárez es un fenómeno complejo que refleja múltiples factores sociales, culturales y económicos. A pesar de la gravedad de los delitos de alto impacto, tanto las autoridades como la población han desarrollado una especie de desensibilización ante estos eventos, lo que plantea interrogantes sobre la salud moral, mental y ética de la sociedad.
Uno de los factores clave es la constante exposición a la violencia. La repetición de homicidios y otros delitos genera un ambiente en el que la vida humana pierde su valor, no les interesa si fue el vecino, un doctor, un maestro, estudiante o abogado ahora a todos los quieren involucrar con el crimen y así justificar que se merecía morir y al mismo tiempo las autoridades que deberían de darnos seguridad salvan su pellejo. Esto también se ve agravado por la impunidad que rodea a los crímenes; cuando los homicidios no se investigan adecuadamente y en dónde incluso las mismas autoridades son cómplices, se envía un mensaje de que la violencia es tolerable y, en cierto modo, esperada porque según ellos es una guerra entre criminales de una o otra banda, en fin tan solo en Juárez más de diez grupos operan impunemente.
Además, hay una falta de confianza en las autoridades. Muchos ciudadanos sienten que las instituciones encargadas de garantizar su seguridad no solo son ineficaces, sino que también están involucradas en actos de corrupción, solo de recordar el caso de un agente que presumía fotos en una camioneta robada. Esta desconfianza lleva a una resignación ante la situación, donde los individuos prefieren adaptarse a la violencia en lugar de demandar justicia o buscar soluciones, mientras no trastoque en los intereses personales de alguien, todo está bien.
La deshumanización es otro aspecto crítico. Al ver la violencia como un fenómeno cotidiano, se desdibujan las fronteras entre el sufrimiento ajeno y la indiferencia personal. Los expertos en salud mental han vertido que en Ciudad Juárez hay graves problemas psicológicos que afectan a la población y no se hace nada para su atención. La preocupación por el prójimo se diluye en un contexto donde la supervivencia diaria se convierte en la prioridad.
El contexto económico y social de Ciudad Juárez, marcado por la pobreza y la falta de oportunidades, también alimenta un ciclo de violencia, aunado esto se cuenta con una gran diversidad de personas provenientes de todo el país que trae diferentes culturas y se tiene un poco arraigo y sentido de pertenencia en la ciudad. La desesperación puede llevar a algunos a involucrarse en actividades delictivas, perpetuando el problema y creando un ambiente donde la violencia se considera una forma de vida.
En conclusión, la normalización de la violencia en Ciudad Juárez no es un fenómeno aislado, sino un reflejo de una crisis más profunda en la sociedad. Para recuperar la humanidad y la capacidad de asombro, es fundamental abordar no solo los síntomas de la violencia, sino también sus causas estructurales, fomentando una cultura de justicia, confianza y solidaridad entre los ciudadanos. Ya es momento de actuar de lo contrario nuestras futuras generaciones de jóvenes y niños serán quienes paguen las consecuencias. Exijamos justicia generemos cultura de la legalidad para que nuestras autoridades por lo menos intenten hacer mejor su trabajo que es gobernar y no dedicarse a robar.